Las paredes blancas de su cuarto y la mínima vista que tenía hacia la ventana, había sido todo lo que Ginger pudo ver a lo largo de sus 11 años. A veces bajaba al salón y otras a la biblioteca, pero de casa no salía, ni siquiera al patio a jugar con Max, el perro que había adoptado a los 3 años. Su cuerpo no se lo permitía, o más bien sus padres no se lo permitían, ambos doctores respetados en la comunidad londinense habían decidido que por el bien de su hija que ella debía quedarse en casa. La razón era bastante complicada como para explicársela a una niña de 11 años. Ginger a partir de los tres años comenzó a ir muy a diario al hospital, por sangrado de nariz, fiebre, vómitos y desmayos muy continuos, sus padres tuvieron que internarla en casa y cancelar el jardín de infantes. Luego de miles de exámenes se dieron cuenta de la razón, hubo un cambio en el sistema inmunológico de Ginger, sus defensas habían bajado considerablemente y su cuerpo no podía soportar ni un resfriado. La aislaron, se mudaron a Escocia cerca de un bosque, en una linda casa de campo. Pero Ginger siempre debería permanecer adentro, por su seguridad. Pasaron los años, ahora Ginger tenía 10 años y una extraña sorpresa la despertaría el día de su cumpleaños numero 11. Una carta que probablemente cambiaría su vida radicalmente. ****** El mundo de Harry Potter, así como sus respectivos personajes pertenecen a J.K Rowling. Mientras que Ginger, el desarrollo de la historia y otros personajes son de mi creación. No se permiten copias ni adaptaciones.