Encerrado en un congelador, haciendo creer que allí todo es más seguro. Por muy frío y resistente que parezca, acaba derritiéndose. Es precisamente que cuando empieza a derretirse sale a flote. Gira. Baila. Se transforma. Se redescubre a sí mismo. Somos hielo. Pero no todo el mundo sabe hacer que nos derritamos.