Cuando el corazón no puede más de dolor busca recursos inimaginables para alivianar la pena. Fue la noche en que Igal, indagando los motivos que llevaron a Nacho al suicidio, participó de su primera sesión de macumba. La sala estaba repleta de elementos mágicos. Tambores ... Muchos tambores, y el canto agónico de los gallos presagiando el sacrificio. En la oscuridad, los giros de la danza reflejaban la silueta de una mujer poderosa. Su estrepitosa carcajada lo sacaría del suplicio justo antes de que el alma se le escapase por los ojos. La voz femenina le habló desde el cuerpo de un hombre, e Igal supo que no estaba allí por casualidad. Todos, de algún modo, escribimos una parte de nuestra vida. ¿Quiso el destino que esa noche comenzara a comprender la otra?
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