El barro amortiguo mi caída, la lluvia empapaba mi cuerpo y mi respiración era irregular. Ya no estaba dispuesta a seguir, preferiría irme al mismísimo infierno antes que continuar aquí. Cuando apoye mis manos sobre el suelo para levantar mi cuerpo, un fuerte peso hizo resistencia en mi espalda provocando que mi rostro tuviera mas contacto con el barro. Levante levemente la vista y me encontré con su ceño fruncido puesto sobre mí. Su expresión severa y calculadora, movió mis entrañas, en cualquier momento podría expulsar el escaso desayuno de esta mañana.
- ¿Qué sucede señorita Muner? ¿Se va a rendir?– Escuche su risa burlona y mis manos formaron un puño emblanqueciendo mis nudillos.
- No, señor – Grite tragándome el orgullo. Estiro su mano hasta encontrar la mía y en un fuerte tirón logro ponerme de pie. Sus ojos habían cambiado, al observarlo me sumergí en un mar profundo desconcertándome por completo.