La luz blanca me encegueció completamente. A medida que mis ojos lograron acostumbrarse pude ver que la luz provenía de los tubos fluorescentes en el techo. Miré a mí alrededor. Productos en estanterías de chapa que se extendían formando pasillos, cajones de plástico con botellas en su interior apilados contra una pared blanca, y finalmente, mi primo, la única persona hasta donde alcanzaba la vista, sentado junto a mí, también observando el lugar. Me miró con desconcierto, sabía lo que sucedía, ambos lo hacíamos. Otra vez estábamos en el supermercado.
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