Ella no estaba llamada a serlo, pero el peso de la traición la condujo hasta lo que es ahora, una reina. Y como tal, de ella depende ahora todo el pueblo de Aradiah. Convivir en palacio con los infames nobles nunca ha sido tarea fácil, pero Annelisse deberá aprender a luchar por su vida y por su trono si pretende seguir manteniéndose firme frente a sus súbditos, algunos de los cuales ya han manifestado abiertamente su aprensión hacia ella y su deseo de ocupar su lugar, lugar que a ella le corresponde por legitimidad, pero no por reconocimiento. Y mientras trata de sobrevivir a las intrigas de palacio, deberá unir fuerzas con países aliados antes de que sus enemigos más acérrimos, aquellos que codician en demasía su reino, se lancen a por tal suculento tesoro. Incluso si para conseguirlo debe unir lazos matrimoniales con alguno de los príncipes de las tierras del exterior, renunciando a sus propios sentimientos con tal de salvar Aradiah. Sin saber que aquellos que ansían su corona se encuentran más cerca de lo que cree, a las puertas de su reino... o tal vez incluso dentro.