Voces profundas

Jason estaba confundido. No entendía que era lo que pasaba por su mente cada vez que no soportaba estar más al lado de las personas que siempre lo habían querido bien; no entendía que sucedía cada vez que él se iba, cada vez que lo abandonaba y cuando menos lo esperaba volvía.

―Nada es como lo ves, Jason ―le dijo el castaño―. Si no aprendes a entender mejor las cosas, terminarás volviéndote loco.

Jason no estaba loco, ¿lo estaba? No lo sabía, pero cada vez que escuchaba esa palabra salir por la boca de su amigo se la creía un poco más. Si estaba loco ya, ¿qué más le quedaba en la vida?

―Debes creerme ―volvió a decirte el castaño.

El ojiazul volteó a ver a su amigo, frunciendo el ceño y algunos rastros de lágrimas secándose en sus mejillas, mirando a su alrededor, se dio cuenta que ellos dos no estaban solos y tal como lo había dicho antes: él estaba ahí cuando menos lo esperaba, haciéndolo sentir más esperanza.

―Le creo más a él que a ti.

Alec miró a la dirección que él lo hacía, sin lograr a entender a quién más se refiera, sin embargo, no creyó correcto el darle por su lado.

― ¿A quién le crees más que a mí?