Cuando tenía 5 años solía tener un Superman miniatura, era mi juguete favorito. Jugaba todos los días con él, soñaba que siempre él vendría a salvarme, me lo llevaba a todas partes, simplemente lo adoraba, lo protegía contra todo y todos, no dejaba que nadie se le acercara y me daba terror extraviarlo. Un día sin querer lo dejé caer y empezó a romperse, me dolió mucho cuando eso pasó y me dio tanto miedo que terminara de dañarse que simplemente lo dejé en un estante, estoico, solo... Lo admiraba todos los días, quería jugar de nuevo con él, quería llevarlo a todas partes, pero estaba tan delicado que evitaba hacerlo para que no se rompiera más. Pasaron los meses y decidí volver a utilizarlo, pero para mi sorpresa el tiempo lo había consumido, a tal punto que ya no servía para nada. Había perdido mi juguete favorito, mi tesoro más preciado. Hubiese dado la vida en aquel momento para recuperar lo que yo creía era el motor de mi infancia y de mi felicidad. Traté, intenté y luché por no perderlo, pero ya estaba muy dañado, no había nada que hacer "Todo lo que sube... Tiene que bajar " -