-El echo de que no podamos estar juntos no significa que no te ame-dijo mirándome a los ojos, con una mirada triste, de esas que odiaba verlas en su rostro.
Y se fue lentamente.
Dejándome con el corazón roto, y un vacío en el pecho.
Y es que por más que lo amara, y él me amara, por más que lo intentáramos, el resultado sería el mismo.
Pero encajábamos tan bien, sabíamos todo del otro, nos complementábamos de una forma sensacional que me costaba imaginar mi vida sin el; tal ves esa era la razón por la que siempre volvíamos uno al otro.
Y supongo que el destino siempre lo supo, que a pesar del amor que nos tuviéramos, y las veces que nuestros caminos volvieran a unirse, nuestro final nunca sería feliz.
No estábamos destinados a estar juntos para siempre.
Y esta ves era diferente, lo había perdido, este era el fin de lo que fue mi hogar durante seis años.
Nuestro hilo rojo después de tanto estirarse, se había roto, si, ya no había nada que nos guiara a casa.
Ya solo quedaba dolor para los dos, y un triste adiós para siempre.
Andy siente que todo le sale mal: acaba de ser rechazado por la chica que le gusta y necesita ayuda urgente para aprobar sus exámenes o tendrá que recursar en las vacaciones de invierno. Para colmo, su madre le consigue el peor tutor de todos: Edward, el chico más grosero, antipático y con fama de ser homofóbico. El escenario no podría ser peor.
Sin embargo, con cada tutoría, descubre que Edward es todo lo contrario: es amable, divertido y está secretamente enamorado de otro chico de la escuela.
Andy, al descubrir que Edward no es lo que todos piensan, decide ayudarlo con consejos de conquista a cambio de las tutorías, no obstante, a medida que pasa el tiempo, la relación entre ambos se fortalece. Mientras Edward sigue los consejos de Andy y parece que está conquistando al chico que le gusta según sus propias palabras, Andy comienza a cuestionar sus propios sentimientos.
¿Podrán conseguir la conquista perfecta o descubrirán que el amor verdadero está más cerca de lo que imaginaban?