Necesitaba respuestas, aunque ya las tenía. Quería que ella me dijera por qué se había alejado de mi, y sin embargo, cuando empezó a hacerlo no pude evitar acariciarle el cabello. Ya no importaba. Otra vez estábamos juntas. Siempre había sentido esta prohibída conexión y, sólo por hoy, no importaba.
Quería acariciar su cuerpo entero, sin embargo me contuve. Pero me acerqué a apenas unos centímetros de su boca y en un susurro pregunté:
–¿Qué sientes?
–Amor –respondió con un hilo de voz.