Me subí al juego, con los ojos bien abiertos, la cabeza bien alta y con el miedo de una persona antes de cometer una locura, antes de dar ese primer paso hacia el abismo, con ese miedo de caminar hacia lo desconocido, por un sendero angosto, obscuro y vacío en donde el coraje, era el único acompañante, en donde los latidos de tu corazón no importaban, en donde lo que quieres y lo que tienes que hacer están en una constante peleá, una pelea sin fin que desaprecia en sus ojos azules, miedo al futuro incierto de este juego que no conocía principio, pero tenía un fin, un fin totalmente desconocido, y ahora ya estaba metida este juego y no me quedaba de otra que jugar.