Templado

PROLOGO
Fui profesor del adolescente que escribio este diario. A decir verdad, nunca me confesó que lo estuviera escribiendo ni me mostró ninguna de sus páginas. A él si lo recuerdo como un alumnointeresado, muy tímido, compartimos un año --el curso de literatura de tercero de secundaria-- y no volví a saber de él. Hasta que me topé bendito azar con el folderque tenía delineadoun minúscul corazón al centro.

Era una tarde, después de clases, en que distraía mi tiempo en los estantes de la bilioteca del colegio. Encontré el fólder bajo unas viejas revistas, lo abrí y enseguida empecé a leer las hojas sin prestarles mayor atención. A pesar de que a tinta era débil, poco a poco fui interesándome por la historia. Decidí uscar un poco más de luz me dirigí a una de las mesas. En el camino casi se me caen las hojas: había alcanzado a leer, al vuelo, el nombre del autor en la última página.

Sufrí un sobresalto y volví a leer esa linea. Ahí estaba su nombre, debajo de una dedicatoia que la discreción obliga a callar.