No lo sé, me he visto ahogado en tanto llanto que no me ha quedado más remedio que derramar lágrima y tinta a la par. Las letras me salvan de la asfixia, pero también es desgarrador darse cuenta que algunas veces mientras escribes, lees (y me lees), no estás frente a un puñado de palabras. Estás frente a un espejo. Mírate, si quieres.
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