Él no es como los otros hombres que frecuentan aquel viejo bar en las afueras de la ciudad. Primero, porque usa un refinado traje que -seguramente- está hecho a medida. Además de que algo no combina con esas costosas prendas de empresario, quizás es que su cabello está demasiado cuidado, o quizás son esos tatuajes que sobresalen bajo la tela doblada de la camisa, o también podrían ser esas gafas de aviador. Segundo, con sólo ingresar en el bar, todos mis instintos comienzan a gritar que él es malas noticias.