En cada rincón de la extensa calle, los edificios se alzaban hasta tocar el infinito cielo.
Sus ojos brillaban como ningún otro ser en este planeta.
El largo cuello recubierto de escamas relucian con la tenue luz de la pequeña lámpara, del lugar.
Respiraba con tranquilidad, pero a la vez, escaneaba cada uno de mis movimientos.
Podría jurar que, incluso, podía oír mis desbocados latidos.
Se levantó cogiendo un impulso, y, a paso lento, se acercó a mi.
Di un paso atrás, con miedo. .
Me sentía muy nerviosa, pero a la vez, tenia la seguridad de que no me pasaría nada.
Mis ojos lo recorrieron de nuevo hasta pararse en sus largas patas. Que sin duda, eran las que más cerca estaban.
La calle seguía en silencio, y lo único que se podía escuchar, eran mis latidos que aporreaban la parte trasera de mis orejas.
Levanté la mano, lo suficiente como para agarrar la gran cuerda a un lado mío, desatando la extensa Red de plata fina, que cayó como un bloque encima de él.
Sentí una gran presión en mi pecho, y mis palmas picaban ante la tentación de salvarlo; Pero al escuchar las pisadas de mis compañeros, bajé la mano a la vez que daba media vuelta, y, chocando los hombros con todos, salí de la calle ahora demasiado llena, sin mirar al gran ser que estaba apunto de morir, por mi culpa.