-Mira pequeña... aquí se viene a sobrevivir- Habló tranquilamente, pero sabía que ardía por dentro- No soy tu amigo- se acercó mientras mi espalda se pegaba contra la fria pared de metal- Tampoco tengo intenciones de serlo. Lo miré fijamente a sus ojos claros, que ahora se volvían rojos cuál fuego de invierno. - Yo tampoco soy tu amiga.- Hablé firme sin pizca de miedo. Una sonrisa apareció en su rostro. Era una totalmente sarcástica y llena de burla. -Tenemos algo en común entonces- susurró en mi oido, calentandolo de sobremanera. Lo empujé lejos de mi cuerpo y salí de la sala dando un portazo.