Hace muchas eras, antes incluso de que el Universo existiese, yo era el único ser que vivía. Vagué durante milenios, sola, por un vacío infinito. No recuerdo cuándo nací, ni cómo, ni por qué. No sé si mi vida tuvo un principio o si siempre he sido eterna.
Sin que hubiese nada a mi alrededor, decidí que no quería seguir existiendo sin tener, al menos, un objetivo, así que emprendí un ambicioso proyecto: la Creación. Comencé a llevarlo a cabo y di origen a los planetas y las estrellas. Más adelante, creé mis cuatro primeras obras con vida, mis hijas. Cuatro niñas inmortales, nacidas de la división de una parte de mi poder: Segdath, Nirbhe, Bhoq y Faelr. Ellas continuaron con mi legado y cada una creó una de las Cuatro Razas.
Nuestras creaciones empezaron a adorarnos como deidades y un aura de paz reinaba en el Universo.
Sin embargo, entre tres de mis hijas empezaron a haber luchas de poder para obtener un mayor control y se enzarzaron en peleas a las que ni yo misma pude poner fin. Promulgaron un discurso de odio para separar a las Tres Grandes Razas y enfrentarlas entre ellas, mientras organizaban a sus creaciones y las convertían en ejércitos para oponerse las unas a las otras. Hubo muchas guerras y diferentes vencedoras, pero siempre los que perdían eran masacrados... Para ser recreados más tarde por la hija inmortal perdedora.
Ése fue el inicio del círculo vicioso de violencia y guerra que todavía perdura.
Entonces, decidí crear a un "quinto hijo". Era más poderoso que cualquier otro, pero para que no fuera invencible, lo hice mortal. Así, si llegase el caso y su alma acabase siendo corrompida por el odio, podría ser derrotado. Ese ser es el encargado de proteger la frágil paz de la perversión de mi propio legado... A costa, incluso, de su vida.
Mi nombre es Shirah, Diosa de la Luna. Y ésta es la historia de mis vigésimo novenos "quintos hijos", quienes llevan sobre sobre sus hombros el destino del mundo entero.