Encantadora, dulce, apasionada. Esa era forma en que la prensa describía a Aimeé Salomón, la joven artista que había conquistado gran parte de Francia con sus pinturas y esculturas. Crítico, cruel, frío. Así veían la mayoría de las personas al periodista Gabriel Mercier, cuyo programa de entrevistas se basaba en buscar los secretos más profundos de sus invitados para destruirlos, y salir ileso no era una opción. Cuando la señorita Salomón logra lo que nadie había logrado antes, él no se encuentra contento. Debajo de ese encantador exterior, aquel que rozaba la perfección, debían esconderse un centenar de secretos. Totalmente negado a dejar que alguien lo derrote en su propio juego, se propone encontrar el secreto más sucio de la joven para exponerlo al mundo. Jamás imaginó que las reglas de juego cambiarían, que antes de lo esperado se encontraría cayendo en las redes de aquella encantadora artista de sonrisas primaverales, dispuesta a mostrarle el doloroso y arrebatador arte de amar.