Las apariencias engañan y las palabras también.
El camino Ninja de Nagako no siempre fue un camino "Ninja".
Su cuerpo no siempre liberó chakra.
Su nombre no siempre fue Nagako.
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Luego de morir, te espera el vacío.
Estuve convencida de eso durante toda mi vida.
Siempre fui una persona lógica y de ideales fuertes, así que cuando morí, estuve lista para aquel desierto de sensaciones.
Nada de olores, vistas, tacto. Nada fue lo que quise y nada fue lo que conseguí a cambio, al menos por algún tiempo.
Todavía recuerdo la repentina luz cegadora, mi vista era demasiado borrosa para distinguir nada más que figuras y sombras, luz y oscuridad que marcaban siluetas. Me encontraba aterrada.
Lo único en lo que podía pensar es que debería estar muerta. «¿Qué estaba ocurriendo?» «¿Dónde estaba?» «¿A dónde me habían llevado?»
Escuchaba voces, pero no lograba entender lo que decían.
Intenté gritar, reclamar y maldecir; luchaba por entender de alguna manera pero mis reclamos y forcejeos solo se manifestaron de la única forma que pudieron, como gritos, gritos sin sentido y llanto.
En aquel momento, no lo sabía. Me costó algunos días entender lo que estaba pasando, incluso entonces no entendía cómo podía estar ocurriendo.
Había nacido.
Un 20 de octubre había nacido llamándome Nagako, única hija de la nueva rama de la familia Kayano. Hija de Chizuru y Kazutoshi Kayano, en el Hospital General de Sunagakure.