El país de los cuatro elementos - Los diplomas prohibidos

Siempre creímos que la magia nunca existió. Sin embargo, somos capaces de generarla. La magia no es irrealidad, imposibilidad, sino todo lo contrario. La magia realiza, posibilita. La magia no son conjuros, sino algo extraordinario. La magia se creó a través de todos los seres y elementos del universo. Por lo tanto, esta habilidad está formada por los elementos de la naturaleza, por la luz que irradia el sol, por la oscuridad de la noche que emana la luna, por los seres vivos, por las estrellas brillantes, y por los poderosos planetas.
Habiendo explicado esto, podemos hablar de nosotros como seres mágicos. La magia que poseemos nos da la habilidad de generar impulso, de sentir, de vivir y, principalmente, de amar. El amor, ¡cómo olvidarlo!, sin él somos incapaces de crear energía, nuestra firma, nuestra aura. Aura que luego pasa a ser nuestra "insignia mágica", aquello que nos caracteriza como seres significantes, inmensos, únicos e irrepetibles. Sin embargo, esa aura formada por la luz del amor, también está en contacto y combinado con los elementos oscuros de la rabia y el enojo. Pero, ¡no hay que desesperarse! La oscuridad nos ayuda a iluminar el camino hacia la luz, a que los finales anuncien nuevos comienzos, a que los errores se transformen en aprendizajes, a que quienes dejan este mundo reencarnen en nuevos seres, y, por supuesto, a que el mejor camino para resolver nuestra oscuridad es encender el fuego pasional de nuestra luz, el amor.
Esta historia se trata de eso, de seres mágicos que buscan su camino hacia la luz, y entender que el amor es el único camino para salvar el universo.