Escuchar su voz ya no se sentía como una simple costumbre. Compartir miradas ya no era una acción que Shigeo pudiese llevar a cabo con tanta facilidad. Incluso el hecho de acudir a sus llamados aumentaba con creces sus emociones, junto con su corazón latiéndole a mil por hora. Y aún cuando sabe que está mal, se arriesga a darle pequeñas señales a su maestro para hacerle saber el caos que provoca en su ser.