Cuando Almudena despierta a Adriana para decirle que se casa y que junto a Marta van a ser las encargadas de organizar la boda, se siente emocionada y nerviosa a la vez, ya que organizar todo implica pasar un mes entero en el pueblo que la vio nacer y que se juró no volver a pisar. Todo se complica aún más con una amiga-socia en plena crisis existencial, una novia histérica dada al drama, y su propia lucha por descubrir el nombre del dueño de la casa donde tendrá lugar el evento.