No hay mucha más descripción que necesiten que lo que la carta brinda, sin embargo, la voy a dar.
Escribí esta carta el día que mi destinataria decidió cortar conmigo, transcurridos un año y un mes de conocerla, y 4 años de la última carta de amor que escribí, y, a decir verdad, empecé a escribirla creyendo que no podía salir nada bueno, pero como me enseñó Rafael Lechowski, donde duele, inspira, y quedó lo suficientemente bonita como para querer hacer una copia antes de entregarla.
Así es que prefiero que ésta carta llegue a los ojos de algún lector que guste de este tipo de escritos, que se ve más bonita siendo el entretenimiento de alguien, que siendo un papel dentro de un sobre polvoriento, aún sin abrir, al fondo de un compartimiento de armario.
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.