Sentí unos fuertes brazos rodearme. Sonreí y me abracé más al robusto cuerpo que descansaba en la cama junto a mí. Pegué mi nariz contra su cuello y un olor a madera me inundó. Luego recordé que yo no ligo ni a la de tres, y que los hombres no huelen a madera. Y así yo, Caroline Valls, empecé el año de la peor forma posible.