A Flora no le pasó por alto como la chica levantaba las cejas, y aunque era un gesto muy común e inocente, ella lo percibía como coqueteo. Estaba tan pero tan celosa, que se había percatado de la enorme fuerza de voluntad y sentido común que poseía, pues estaba deseando con todas sus ganas tomar a su novio de la mano y huir de aquella chica, besarlo por toda la cara y proclamarlo como suyo.
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