La vida siempre ha tenido altos y bajos, todos hemos pasado por ellos, todos hemos tratado de superar los malos momentos que se interponen en el camino, pero siempre están las personas que se rinden antes de tiempo, que no se dan cuenta de que pueden ganar esa batalla que el destino les puso en frente. Por eso ahora hablaré de ellas, las que se rindieron por un momento o para siempre, por las que sintieron que no merecían que las amaran, por las que no resistieron más y sucumbieron en las garras de la desesperación.
Esas mujeres a las que alguna vez un hombre las hizo sentir asqueadas de sí mismas, que tuvieron miedo de salir a las calles solas pasadas las 9pm, de aquellas que tuvieron miedo por su vida al ver a alguien detrás de ellas, pensando en que podría hacerles daño y preparándose para correr, pero al darse cuenta este paso por al lado sin ni siquiera regresar a ver. Enfrentándose cara a cara con una sociedad que culpa a la víctima en lugar del agresor, a su forma de vestir y no la forma de ataque, a que nació mujer y que de todo es culpable.