6 parts Ongoing La casa era más grande de lo que Dulce había imaginado. Techos altos, muebles elegantes, cuadros perfectamente alineados en las paredes. Todo parecía frío, impersonal, como si nadie realmente viviera allí.
Su nueva madre adoptiva le sonreía con calidez mientras la guiaba hacia la sala. "Aquí tendrás una nueva oportunidad", le habían dicho. "Una familia". Pero Dulce sabía mejor que nadie que las palabras bonitas no siempre eran ciertas.
-Christopher, baja a conocer a Dulce -llamó la mujer, elevando la voz hacia la escalera.
Unos pasos resonaron en el segundo piso antes de que él apareciera en la parte superior de las escaleras. Christopher.
El chico que lo tenía todo. El hijo perfecto. El que la miró como si fuera un error que alguien debía corregir.
Dulce se encontró con un par de ojos oscuros que la recorrieron de arriba abajo, analizando cada detalle. Sus ropas sencillas. Su postura tensa. La pequeña maleta junto a sus pies, como una prueba silenciosa de que no pertenecía ahí.
Christopher bajó con calma, su expresión indescifrable hasta que una media sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa que no tenía nada de amable.
-¿Y esta? -preguntó con desdén, metiendo las manos en los bolsillos.
Dulce sintió el golpe en el pecho, pero se obligó a mantenerse firme. No era la primera vez que alguien la miraba así.
-Christopher, compórtate -dijo su madre en un tono de advertencia.
Pero él apenas le prestó atención. Se detuvo frente a Dulce, inclinándose un poco, lo suficiente para que solo ella lo escuchara.
-Cenicienta ha llegado a casa.
Dulce sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No sabía si era rabia o algo más peligroso. Pero lo que sí sabía era que, en ese momento, Christopher se convirtió en su primer enemigo en esa casa.
Lo que ninguno de los dos imaginaba era que, en algún punto, el odio se transformaría en algo más. Algo que ninguno de los dos iba a poder controlar.