Cuando en cuestión de segundos, su vida entera empieza a desmoronarse y arder frente a sus ojos, lo único que Sophie supo hacer, fue luchar con todas sus fuerzas en contra de esa corriente que amenazaba con arrastrarla hacia aquel remolino de destrucción que devoraba todo a su paso. Todo lo que conocía, todo lo que amaba, todo en lo que creía, quedó reducido a ruinas y solo quedaron de pie pequeños fragmentos de lo que alguna vez fue o lo que alguna vez pudo ser. Pero, si todo lo que podía ser destruido yace inerte en el pavimento, si todo lo que podía perder, ya se desvaneció en el olvido. Al menos ya nada puede empeorar, ¿cierto?. Lamentablemente, todavía había muchísimas cosas que podían salir mal, su vida y la superficie sobre la que apoya sus pies iban a colapsar en cualquier momento. Por eso, cuando Sophie creyó que ya nada peor podía llegar, se vio a si misma atrapa en el ojo del huracán. Y si, pueden pensar que si están en un huracán, el lugar más seguro para estar es el ojo, pero ella no está ni remotamente a salvo ahí. Demasiadas personas van a meterse de lleno en el caos en un intento desesperado de llegar a ella, algunos van a querer lastimarla, otros van a dar su vida si es necesario para protegerla, pero, ¿qué pasa cuando no es tan simple distinguir entre amigos y enemigos?. Traición, muerte, venganza, mafia, una guerra interminable y en el medio de toda esa oscuridad, un singular chico de cabello azabache hace surgir una pequeña luz que intenta hacerle frente al infierno que se desata alrededor de la inocente e inexperta Sophie. Pero la luz por sí sola no será suficiente, la única oportunidad que tendrá de sobrevivir es hacerle frente a lo que viene y aprender con cada obstáculo que logre sortear, porque tal vez no es necesario que alguien la salve, tal vez ella consiga salvarse a sí misma.
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