Me había pasado toda la vida cerrándole las puertas al amor, negándome ante su llamada con la excusa de que no tenía el tiempo que requería, pero sobretodo, por que había cosas más prioritarias que él. Lo que menos esperaba era que acabara siendo yo la que rogara amor a alguien que no entendía de ello, o que por lo menos no tuviera el mismo concepto que yo. En realidad, que nadie de este mundo. Nunca imaginé poder ver el amor como lo hacían aquellos ojos verdes que miraban todo con curiosidad y perplejidad, aquellos ojos que me enseñaron a ver el amor por encima de todas aquellas etiquetas que la sociedad le imponía, a ver el amor sincero, limpio de maldad. Entendí que amar también podía ser dolor y sacrificio si no aprendías a ver más allá de tu propia forma de percibir las cosas, pero una vez cruzabas la línea de su mano, y caminabas junto a él, todo perdía su parecer, y ya nada era como lo creías ver. Un mundo increíble se abrió a mis pies a través de unos ojos verdes con síndrome de Asperger.