¿A dónde crees que vas?

Tengo que admitirlo; ese rubiecito sabe como entrar en mi cabeza. No pasó mucho desde la primera vez que hablamos y ya está causando una devastación en todo mi cuerpo.

Cuando sus atrayentes ojos azules interceptaron mi mirada, mi corazón brincó.
Oírlo decir mi nombre creó escalofríos en mi espalda haciéndome dibujar una sonrisa embobada.

El tacto de su piel produjo un estallido de emoción en mi estomago.
Y no quiero ser el único que lo sienta, por eso, haré lo posible por que él también los experimente.

Así tenga que recurrir a mi última opción.