Tras la muerte de su amada "mascota ". El hijo, entre el amor de una simple humana y un vampiro de clase alta, se mantenía en una leve etapa depresiva.
Rogando a algún Dios si es que existían que le liberaran de la condena de vivir por la eternidad, deseando que un humano conservador, lleno de temor enterrar una estaca en su corazón.
Aquel dolor era mínimo de lo que sentía en estos momentos.
- ¡Gogo! ¡Yo no soy ese estúpido! -
Gruñía un joven hombre lobo, que para mala suerte, era comparado con un hombre de una foto.
- Shhhh... - El dedo índice del chupasangre se posó en los labios delgados del niño, en busca del silencio - Mi pequeño, deja de decir aquellas malas palabras y acepta el destino de estar a mi lado nuevamente ¡Oh! Se han apiadado de mi, enviándote, te amaré por la eternidad... Ese es mi destino... Gogo.
La comparación era insoportable.
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