Tal como lo había planeado, encendió la linterna dirigiendo su potente haz luminoso hacia el lugar del que había partido el ruido y se dispuso a golpear a la indispuesta rata. Su sorpresa fue mayúscula cuando en vez del siniestro roedor lo que apareció cegado por la linterna fue el ser más extraño que jamás había visto.
-¿Pero qué coño...?
Un ser pequeño, esférico, peludo, con unos delgados bracitos que partían de lo que debía ser su cuerpo o su cabeza o lo que aquello fuera, pues con ellos se tapaba lo que debían ser sus ojos que ocupaban la parte más alta de la esfera mientras bajo estos una enorme boca que corría todo el hemisferio bajo de la bola de pelo, se con-traía en un claro gesto de dolor, mientras los largos y delgados dedos en los que terminaban los finos brazos, trataban de tapar el haz de luz de la linterna.