El dulce sonar de una campanilla anunciaba la amena estadía que me esperaba tras esas puertas. Una melodía agradable surtida con el dulce aroma de la infusión hacían que la trama de una historia se mezclara con la realidad. Una presencia efímera y sutil que me insinuaba a probar el sabor dulce mezclado con la esencia de las ojas oscuras que emanaban de una humeante taza de té. Páginas devoradas en horas que pasaban como minutos bajo la afable mirada de esos ojos negros y la ternura tras esa genuina sonrisa En mi situación diría que, las apariencias engañan, ¿cierto? Esas situaciones pensé en una ocasión que eran propias de los libros hasta que sucedió todo esto, y para mi sorpresa, me propuso exponer mi idea, lo que creí grato. Pues, en realidad, ella se había convertido en una persona que llegué a admirar incluso más. Aunque... me sigue entregando mi té con azúcar, obligándome a sonreír para no intentar repetir esa frase: -Té sin azúcar, por favor.