La linterna no dejaba de emitir su luz proyectora. Lo que prosiguió, y fue lo más curioso, fue ver que la sangre que estaba embadurnada en la mesa se comenzó a juntar formando cúmulos de sangre. La pared proyectada seguía su ritmo de vacilación, hasta que la sangre que se había acumulado voló como si fuera menos densa que el aire y fue tragada sin dejar mancha.