Encontrar la Paz, reavivar la Fe y encaminarlos a la Salvación del señor. Eran los claros objetivos de Otabek al llegar al pequeño pueblo a las lejanías de la llanura Rusa, y escapar de la persecución que la Unión Soviética mantenía en contra de la iglesia. Su fe era mayor, debía cumplir con la evangelización tal como había prometido con todo el amor al señor. Ese amor que amenazaba con mancillarse cada que su mirada esmeralda clamaba por atención, quizás un grito de auxilio, clamaba salvación, buscaba ser arrancado de las garras de la perdición, arrastrando al devoto Otabek. Compartieron el dolor, el temor y deseo carnal, tatuando en su alma el nombre de ese ángel ardiente llamado Yuri.All Rights Reserved
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