Ella era como el humo del cigarro. Aquel cigarro que fumaba cada día. Aquel cigarro que mi interior suplicaba a gritos. Aquel cigarro que perturbaba mi vida. Como el humo que representaba la libertad. Aquella libertad que me era negada. Aquella tranquilidad que no alcanzaba. Aquella paz que cada vez me era mas lejana. Así era ella. Como aquel cigarro que necesitaba. La necesitaba como a nadie, como a nada y como nunca, por eso no permitiría que alguien mas me la robase. Ella era como el agua, necesaria y necesitada por todos, pero ella me pertenecía. Me pertenecía... Solo a mi. A nadie mas.