Hay un momento en que todos creemos que no podremos continuar en el camino que nos puso la vida. Frente a él quedamos impávidos, inertes sumergidos en el elixir de la derrota. Solo la fuerza que nos da un espíritu indómito nos puede arrebatar de la vorágine que nos absorte hacia un abismo avizorado. Solo el corazón de un guerrero puede saltar la valla de sus temores.