Alexander Hudson, un nombre que resonaba en los rincones más elitistas de las finanzas globales, se erguía como un titán en el mundo de los magnates. Con su imponente figura y su astucia despiadada, había acumulado una fortuna que desafiaba la imaginación, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos y poderosos del planeta, por no mencionar que, en realidad, era el número uno en la cima mundial. Pero detrás de esos ojos llenos de frialdad profunda, había un vacío que ni la opulencia ni el éxito podían llenar.
Ella era la antítesis de su vida; dulce, inocente, con una mirada brillante que podía iluminar incluso las sombras más oscuras de su pasado. Con cada palabra que compartían, su corazón, que había estado encerrado en una fortaleza de acero, empezaba a ablandarse, cediendo ante la vulnerabilidad que solo el amor verdadero puede ofrecer.
Fue ella quien conquistó su corazón, quien logró que el magnate Alexander Hudson cayera rendido a sus encantos, solo ella consiguió que se postrara a sus pies. Conquistó su amor y él se entregó por completo, dispuesto a amarla con sincera devoción.
Ella, no solo le llenó de amor, sino que le brindó un hogar en su corazón, convirtiéndose en su pequeña, su musa y su razón de ser. Era la luz en sus días más oscuros, la que empujaba a Alexander a ser un hombre mejor, a disfrutar de cada pequeño instante de la vida. El magnate, acostumbrado a controlar su entorno, se encontraba ahora dispuesto a rendirse ante su belleza , deseando pasar cada día que le quedara en este mundo a su lado.
Pero, como lección constante de la vida, Alexander descubrió que hay cosas que el dinero no puede comprar, y la pérdida de lo más valioso, que en este caso era ella. Ella, la única mujer que había logrado tocar su alma, se desvaneció de su vida como un susurro lejano, llevándose consigo el aire que le daba vida.
Segunda parte de "Magnate Enamorado"
Magnate Amado: Dinastía II
Vivían tan sumergidos en sus mundos que inevitablemente olvidaron que el que ellos pisaban daba vueltas constantemente y cuando quisieron darse cuenta de ello, esos giros los hicieron chocar.
Ella no tenía preocupaciones más que elegir el destino del viaje del próximo año, superficialmente lo tenía todo; dinero, belleza, amigos, lujos y más. Le gustaba ser el centro de atención y sin ni siquiera intentarlo lo era. Tenía el mundo a sus pies, lo sabía, y sí creía estar inconforme, sin esfuerzo lograba tapar el vacío.
La vida perfecta, según los que la miraban desde lejos ansiando tener lo que ella. Y sí, sonría alardeando cada que alguién le decía esto mostrándose como una jodida y engreída reina, hasta que al caer la noche dónde no estaba de fiesta ni rodeada de amigos, el sofocante vacío que por más que quiso nunca logró llenar le hacía pedazos el corazón.
Del otro lado del mundo él vivía con un rencor que llevaba grabado en la memoria desde niño, pasaba por encima de quién se le diera la gana no más que para demostrar que podía, que era mejor que todos y todo.
Al igual que ella, tenía el mundo a sus pies y la vida resuelta, pero tampoco le bastaba.
El odio, el rencor y la ambición de alzarse por sobre su familia, lo llevan de directo a un abismo.
Al unirse, ambos entenderán finalmente que cada acción tiene una consecuencia, y que las decisiones de ella por seguirlo la llevarán a caer de lleno en el abismo que crearon las decisiones de él por acabar con los que algún día le dieron la espalda.
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