Deslicé un dedo por su pómulo. Su piel estaba fría, había perdido todo el calor humano que siempre había templado mi cuerpo. Bajé hasta su mentón y recorrí su cuello. Recuerdo cuando se acurrucaba y reía cuando hacía este mismo movimiento, pero ahora, ahora nada. Miré su cuerpo. Serio, frío, simple y muerto. Me dolía mirarle, me dolía no poder hacerle sonreir. Abracé sus dedos entre los míos y miré la curva de sus labios entreabiertos luchando por un poco de aire.
-Te quiero.-susurré acariciando las yemas de sus dedos.
Y cerré mis ojos, y lo sentí a mi lado. Sentí cada beso, cada caricia. Todos los escalofríos y los vuelcos de corazón. Sentí como mi piel era ahora la que calentaba la suya. Y sentí que lo amaba, que amaba cada pliegue de su piel, sus curvas y todos sus bordes. Que lo amaba a él. Amaba a George Shelley con mi vida, y mi vida se fue con él.