-¿Alba?-ni me inmuté. -¿Alba? Una mano se posicionó en mi hombro y yo le di una calada a mi cigarro. -¿Qué haces aquí tan oscura?-No podía ponerle cara a esa voz. Fue ahí cuando volví y me giré para mirarla. Las lágrimas salieron de mis ojos tan rápido como chocaron con su silueta y yo no las frené. -Julia-susurré, llevaba tanto sin verla. Ella me abrazó y me colmó de besos-. Te he estado llamando y como no contestabas me asusté y... Bueno, pues aquí me ves. Una suerte que no hayas cambiado la cerradura. -Estoy bien-dije y ella, sin mediar palabra se sentó a mi lado y me abrazó. Nunca me había sentido tan comprendida antes. Julia sabía que nada iba bien, lo notó porque me consumía junto al humo de mi cigarro. Lo notó porque había vuelto a fumar. Lo notó porque las manecillas de mi reloj se fundían junto a mí, compadeciéndose con mi propia tristeza. Lo notó porque la oscuridad en la que me había sumido estos días me había robado el brillo de los ojos. Me acaricia el pelo y yo lloraba en su pecho. Lloré hasta que se me secaron los ojos y la garganta se quedó sin sollozos. Muda. -Lo he vuelto a hacer-no la miré, no podía-. Lo he vuelto a hacer-repetí y ella asintió, apretando los labios, tal y como lo había hecho diez años antes. -Lo sé Alba, lo sé. Y volví a llorar en su pecho, a consumirme en lo que duraba un suspiro, a hundirme en la pena más profunda junto al sofá celeste del salón que me había dejado mi madre.All Rights Reserved