Albus Dumbledore tiene muy claro qué es lo que ve cuando mira en el Espejo de Oesed, y no son un par de calcentines de lana. Son unas manos jóvenes y fuertes, que le hacen sentir como si tuviera de nuevo dieciocho años y el futuro por delante. Es una vida perdida, anhelada. Es lo que pudo haber sido, pero nunca fue.