Morgoth había vencido a los Noldor y sus aliados en una gran batalla en el norte, y sin ejércitos que se opusieran a sus designios, ahora el Oscuro Enemigo tenía las manos libres para atacar cualquier región de la Tierra Media a voluntad. Y sus ojos se posaron en las Falas, puesto que, aunque muchos de los grandes señores de los Elfos habían caído, uno de los más grandes y antiguos aún vivía, y ese era Círdan, el carpintero de barcos y señor de los puertos. La idea de poder apresar a tan ilustre elfo, respetado y admirado por todas las casas sin excepción, le producía tal placer que la sola posibilidad de que pudiera escapársele le encolerizaba y le parecía intolerable. Y así, Morgoth trazó un plan.