Y ahí estaba, con un hermoso vestido. Tan nerviosa que había tropezado con sus mismos pies unas cuantas veces, sonriendo más por sus pasos equivocados.
Ambos no se conocían, hasta que una tarde el entro a un cafeteria como un cliente normal, la vio a ella, una simple mesera la cual cubría sus ojos con unos lentes que guardaban su tristeza e impotencia.