Hannibal Williams era un hombre de intuición, perfección y madurez, otorgados por su trágica infancia. Todos los acontecimientos lo habían llevado a ser el hombre que era ahora, seguro de sí mismo, perfeccionista en todos los ámbitos de su vida, elocuente, caballeroso y por sobre todo fascinado por la vida y todos sus placeres. Su trabajo era una de las pocas cosas que lo seguía manteniendo en pie, y que era importante en su vida, después de su tía y su primo.
Ginebra se consideraba una chica más en las estadísticas, no todas eran buenos, casi ninguna en realidad. Y se había acostumbrado a no dar la talla en nada de lo que hacía, que se obligaba a entregar todo de ella para no decepcionar a las personas. Con esfuerzo había salido de el abismo en el que había quedado estancada desde muy temprana edad, pero parecía que la vida quería imponerse sobre ella, forzándola a rememorar todo lo desafortunado que le había pasado.
Ningunos de los dos estaba completamente roto, o completamente sanado, era simplemente que la vida, el destino los quería juntar para hacerlos más fuertes... o por el contrario hacerles ver que por más que se esforzarán el pasado siempre iba a estar presentes en sus vidas y nunca los dejaría en paz.