En una hermosa y enorme casa en República Dominicana vivía yo, Abigail... Junto a mis padres y mis hermanos. Donde la paz, la felicidad y la armonía entre cada uno reinaba de una manera en que ninguna adversidad podría cambiar esa perfecta combinación. O eso pensaba hasta un 25 de agosto del 2012. Regresé de la muerte y encontré un nuevo amor que sin preguntas y sin pedir permiso entró a mi vida para arrancar todo destello de tristeza que ese día había dejado en mi vida. Hoy lucho porque ese amor no muera con una soga en el cuello y permanezca en mi vida por el resto de mis días.