La Risa de la Soledad

Ah, sí, te recuerdo.

Eres esa niña que estaba temblando y llorando en ese escalofriante lugar ¿no?

Te llevé a algún orfanato para niños sin descendencia y te visité cada semana esperando que crecieras para darte una oportunidad como recluta en la comisaría. Pero un día desapareciste, como si el suelo se te hubiera tragado.

Nadie sabía cómo una niña lo hizo y tampoco a dónde fue. Han pasado diez años desde entonces.

Quién diría que esa niña sería mi asesina.

No, no llores, te juro que no me arrepiento de haberte encontrado. Supongo que puedo comprender tus motivos, sólo me siento mal por ti, porque has elegido este duro camino. Yo ya soy viejo y viví una larga y feliz vida. Eso no es una opción para ti. Cumplirás tu objetivo, sí, ¿y luego? Al final solo alimentarás la idea a la que te opones. No tienes otro camino mi niña, ojalá y me equivoque; pero creo que pronto te veré en la otra vida.