– ¿Así que no te importa, eh? ¿Te da igual que haya matado gente? ¿No te importa que quiera matarte a ti? ¿Te es indiferente si mañana no puedo soportarlo más y acabo con la vida de todas esas personas que tienen un alma miserable o que son demasiado felices para mi gusto? ¿Te da igual que sea una asesina? –gritó con fuerza lo último.
–No hagas esto. Detente. Por favor –murmuró él, desesperado. –Estoy aquí para ayudarte. Vine porque voy a pelear contigo, porque no me voy a ir.
–No quieres esto –dijo seca.
–Sí lo quiero, Kyah. Te quiero a ti. –Dio un paso más cerca y se atrevió a poner una mano en su mejilla. Ella cerró los ojos, el dolor se reflejaba en su rostro.
–No puedo creer que haya dejado que esto fuera tan lejos.
–Estoy feliz de que lo hicieras –comentó riendo mientras posaba su otra mano en la suave piel de su pómulo. –Mírame –susurró a escasos centímetros de ella. La chica abrió los ojos. –Te quiero, ¿vale? No lo olvides. –Ella asintió.