-A veces es la princesa la que mata al dragón y salva al príncipe -comenté cruzándome de brazos, moviendo levemente hacia arriba mi ceja izquierda mostrando un gesto de burla.
-Tú eres mi princesa -escuché su voz detrás de mí-. Siempre serás mi princesa.
-En otra vida podría amarte -dije todavía de espaldas a él.
Me di la vuelta mirándolo por un momento, observando su expresión, ésta se volvió seria e incrédula a la vez, su sonrisa se desvaneció de su rostro mostrando desconsuelo y sus ojos se acristalaban de apoco.
-Puede ser que yo te ame en esta -balbuceó por lo bajo acercándose a mí logrando que nuestra distancia se acortara aún más, esto hizo que mi confusión e inseguridad aumentaran.
Se inclinó hacia mí y me besó con suavidad. Jadeé, perpleja, pero cerré los ojos dejándome llevar por sus delicados labios, sentí como algo se estallaba en mi pecho y un extraño hormigueo recorría cada centímetro de mi cuerpo. Los labios de Jimin acariciaban los míos, con ternura y tal sutileza, que no deseaba estar en otro lugar que no fuera ese. Varios segundos después se separó de mí quedándome débil ante él, hasta el punto de apoyarme sobre su pecho para no venirme abajo.
-¿Por qué me haces esto? -susurré dejando caer mi cabeza sobre su hombro- No es justo.
-La vida no es justa.