Los esplendorosos pilares rodeados de piedras preciosas iluminaban los pasadizos del reino más rico, poderoso e importante de toda la tierra media; Erebor, se dejaba ver ante el sol que poco a poco crecía en el horizonte. Desde muy temprano, los enanos se alistaban para ir a fabricar millones de estatuas hechas en oro, otros, se metían en las profundas cavernas con tal de obtener más oro o piedras preciosas. Y los más fornidos, los más rudos y de carácter fuerte se presentaban en los gigantescos salones donde millones de armas posaban en estantes de metal, enanas y enanos presenciaban las batallas amistosas que se generaban ahí, o en el campo. Pero uno de los enanos, hijo de un legendario guerrero no llegó a practicar con armas ni a ser el consejero del rey. Si no, a presentar, por primera vez a la segunda nieta de Fundin; Eurielle, hija de Balin.
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