Aquella noche sin luna la oscuridad era palpable, como si de un gran y asfixiante manto negro se tratara. Cuando Henry se presentó ante la puerta metálica del recinto nada salvo el viento rompía el silencio que rodeaba aquel frío y blanco esqueleto de piedra. Con paso inseguro y al amparo de la pobre luz que arrojaba su farol fue abriéndose paso entre maleza y túmulos hasta la tétrica capilla.